Sólo quiso restituir los instintos primitivos a un espíritu enfermo de razón, de engaños y de artificios vulgares que degradaban la vida. Pero nadie puede ser demasiado libre si atenta contra el orden establecido de cosas. La sociedad ha inventado sus reclusorios contra estos inadaptados, y el Marqués de Sade pasó casi treinta años de su vida silenciado en cárceles y hospitales para enfermos mentales. Y, ¿la enfermedad? estar poseído por la más peligrosa de todas las locuras: la libertad.
La iglesia, la monarquía, la nobleza, los revolucionarios franceses y hasta Napoleón lo declararon enemigo público. Y pese a esta encarnizada persecución contra su lucidez , él consiguió publicar sus escritos y discursos políticos de la forma más subterránea que existió jamás. Muchos de sus libros se perdieron, o fueron publicados muchas décadas después. “Sólo me dirijo a aquellos capaces de entenderme. Ellos me entenderán sin peligro”, dijo y tardaron demasiado tiempo en entenderlo, incluso hasta ahora sus páginas siguen causando urticaria a los moralistas ciegos, como a todo creyente fanático.
El Divino Marqués advertía que los excesos de poder podía empujar al hombre a los más horrendos crímenes, a explorar senderos de sangre, horror y desenfreno sexual. Opositor de la pena de muerte y contra los crímenes que se cometen sin pasión. Enemigo de las certezas fundadas en el absurdo o en pro de un dogma o una religión, supo que las matanzas más descabelladas que derramaron más sangre en la tierra que cualquier peste se dieron en nombre de dios.
La libertad le enseñó a destruir las instituciones que enrejan nuestras mentes en una infelicidad plácida. Y, uno de los representantes que aun persisten en el mundo con poder eclesiástico, y a veces con una escandalosa influencia política, es el Papa, cuya elección siempre se da en una atmósfera de conspiraciones y traiciones entre cardenales, que el mundo creyente no ve ni sospecha.
En Juliette, Sade confronta a su personaje contra el Papa Pío VI, que es la rebelión contra la máxima autoridad de la religión católica. “ Y bien, te pregunto ahora, dice Julieta al Papa, ¿qué relación hay entre esas primeras instituciones y las inmensas riquezas que tú te haces dar en Italia? ¿Es gracias al Evangelio o a la bribonería de tus predecesores que posees tantos bienes?... ¡Pobre hombre! ¿Y crees embaucarnos todavía?.., ¡Ah, puedan todos los pueblos desengañarse pronto de esos ídolos papales, que hasta el presente no les han procurado más que trastornos, indigencia y desdichas!”
Quizá en este momento aun sigan llorando por los Papas muertos, y la libertad seguirá siendo encerrada en manicomios o en censuras inútiles. Y lo que las mentes sanas piensan seguirá trascendiendo para ayudar a descubrirnos sin máscaras ni muletas, hasta destruir todos los límites posibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario